Mario Kaplún fue un comunicador que no se limitaba a producir y difundir, sino a educar, a promover el pensamiento crítico. Su compromiso con una comunicación liberadora lo llevó a escribir manuales y a dar infinidad de cursos en los que se podía aprender a ejercer el derecho a la comunicación sin intermediarios. Todo esto lo hacía desde la perspectiva de la base, desde los ojos de quienes están precisamente al margen del pensamiento académico que a veces por muy evolucionado y adelantado que sea, deja atrás las necesidades reales de la población. Su reflexión-praxis, basada en gran medida en las ideas de Paulo Freire, le hizo crear un método sencillo y de bajo costo para convertir en comunicadores a grupos de adultos que hasta entonces no habían tenido acceso a los medios de información, y menos a procesos de comunicación que pudieran fortalecer sus voces.
Nació en Argentina, de antepasados judío, en 1923 y vivió en Buenos Aires hasta 1952 cuando con su mujer, la actriz Ana Hirsz, y su hijo menor deciden establecerse en Uruguay. A los 17 años terminó sus estudios como Maestro, actividad que nunca ejerció, aunque su condición docente marcó toda su vida, ligada a la comunicación, cuya profesionalidad le llegó desde la praxis, fundamentalmente desde el radioteatro.
Su primera experiencia en radio fue a los 17 años, cuando los responsables de Platea Club permitieron que Mario usara el programa para convocar jóvenes a los foros del Club del Libre Debate que él organizaba en una sala del periódico Crítica. Fue ahí donde conoció a Ana Hirsz, una actriz polaca radicada en Argentina desde los nueve años, que fue su compañera toda su vida y con la que tuvo tres hijos.
En el trabajo de transmisión de radioteatros fue donde Mario Kaplún adquirió experiencia suficiente para realizar guiones y programas, hasta que emitió en un programa llamado «Escuela del Aire», su primer programa educativo. La educación no formal comenzó a tomar cuerpo en su vida profesional, cuestionó el modelo de comunicación unidireccional de los mass-media, y procuró que receptores y emisores fueran una misma situación del proceso de comunicación.
Ante la obligación del gobierno peronista de afiliarse al partido para poder cobrar su sueldo, el matrimonio decidió trasladarse a Uruguay, donde en 1952, se incorporó a Radio Carve con el programa Buenas Noticias, y trabajó en una agencia de publicidad, que le permitió conocer desde adentro el mundo de la propaganda, de los medios de comunicación.
Bajo el seudónimo Mario César, realizó en Canal 12 Sala de audiencias, para televisión, un programa sobre temas de actualidad, sociales y políticos, que se convirtió en una gran tribuna nacional y se mantuvo en antena durante seis años. El programa se llevó más tarde con el nombre de Las dos campanas, a Canal 10. Cuando en 1968 el presidente Pacheco Areco implantó las medidas de excepción, la suspensión de las garantías constitucionales y la censura de prensa, le fue imposible seguir en televisión y Kaplún volvió de nuevo a la radio, donde continuó con el radioteatro, un género que al principio le perecía muy superficial pero en el más tarde volcó todo su entusiasmo al darse cuenta de que el lenguaje inteligible de los intelectuales, podía ser comunicado mediante el radioteatro. Según Manuel Olivera, los programas de Mario Kaplún, tenían como prioridad hacer que la gente pensara por sí misma.
El casette foro
El cassette-foro es un sistema de comunicación para la promoción comunitaria y la educación de adultos, puesto al servicio de organizaciones populares. El método es inter-grupal y bidireccional, mediante el intercambio de mensajes grabados en cassette. Fue una innovación de Mario Kaplún que inspiró a numerosas comunidades latinoamericanas en su labor educativa, con grandes éxitos en el aprendizaje y en la concienciación popular.
Convertía en emisores a los receptores de mensajes, siguiendo el esquema de Paulo Freire de investigación-acción” cuyo objetivo principal era hacer del proceso comunicativo un diálogo intergrupal -un proceso real de ida y vuelta-, y volver a los receptores más críticos y participativos. El modelo permitía al destinatario no sólo recibir el mensaje sino también responder y dialogar, e implicaba además una dimensión de intercambio intergrupal que favorecía la condición de co-emisores de todos los participantes. La primera experiencia fue realizada con agricultores uruguayos.